El Portal de mis hijos |

Sevilla, 8 de diciembre, 2015
El Portal de mis hijos |
Leído por
ahí:
Lo que algunos escriben y me gustaría haberlo hecho yo.
Fue lo primero que leí de Pérez-Reverte, y lo he releído en tres o cuatro
ocasiones. Ya durante su primera lectura me prometí que leería todo lo que
escribiera este hombre; y hasta la fecha he cumplido mi promesa, bueno, con
todos sus artículos, no.
«Siempre que podía, Márquez tomaba foco en
cosas quietas antes de hacer un plano, y aquel muerto estaba perfectamente
quieto. En realidad no hay nada tan quieto como los muertos».
«Porque los muertos además de quietos están solos, y no hay nada tan solo como un muerto».
..soldados exhaustos con la mirada distante, perdida, de aquellos a quienes ya da igual ir hacia delante que hacia atrás».
« Era lo que ellos llamaban territorio comanche en jerga del oficio. Para un reportero en una guerra, ése es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta».
«Por Bosnia pasaban de todo pelaje y
procedencia: parlamentarios, intelectuales, ministros, presidentes del Gobierno,
periodistas con mucha prisa y sopladores de vidrio en general, que a su regreso
a la civilización organizaban conciertos de solidaridad, daban conferencias de
prensa e incluso escribían libros para explicarles al mundo las claves
profundas del conflicto».
«Como dijo Manuel —Manuel Ortiz, fotógrafo argentino— cuando le dieron la noticia mientras bebía de gorra en el bar del Explanade, más vale no hacer ninguna foto que hacer la última foto ».
«Pero lo eficaz de verdad es que el enemigo tenga, más que muertos, muchos heridos graves, mutilados y cosas así: requieren esfuerzos de evacuación, cura y hospitales, complican la logística del adversario y le revientan la organización y la moral, Matar al enemigo ya no se lleva. Ahora lo moderno es hacerle muchos cojos y mancos y tetrapléjicos y dejar que se las arregle como pueda ».
«Menuda suerte —decía Herman, fumando
sentado en el bidet—. Llegas a tu primera guerra, te hieren, sales en todos los
periódicos y además firmas en primera página... a otros nos cuesta años
hacernos esa reputación».
«Al principio siempre fingía rodar, para que se acostumbrasen y cobraran confianza, naturalidad. A eso lo llamaba trabajar con película inglesa. Pero aquel día no hizo falta. Al caer las primeras bombas, algunos sacaron rotuladores y bolígrafos para apuntarse, mientras caminaban, el grupo sanguíneo en el dorso de manos y antebrazos».
«Barlés y Márquez conocían a Alessandro y sobre todo a Marco, que les mostró una vez la foto de sus dos hijos en el hotel Anna María de Medugorje; el mismo desde el que salieron aquella madrugada para cruzar las líneas y no volver, dejando los equipajes en las habitaciones y la cuenta sin pagar. Porque todos los reporteros, cuando los matan, dejan en el hotel la cuenta sin pagar, camisas sucias en el armario, un mapa clavado con chinchetas en la pared y una botella de whisky sobre la mesilla de noche».
«Barlés recordaría siempre el siniestro fuselaje mimetizado, el reflejo del sol en la carlinga y la silueta del piloto mientras se inclinaba a mirarlo. Después, el Mig se fue a soltar las bombas más lejos, en la parte vieja de la ciudad, sobre otro objetivo que valiera más la pena».
«Conocía de sobra a Márquez para saber que cuando algo le entraba en la cabeza no había más que hablar. Su leyenda estaba llena de historias, apócrifas o verdaderas. Se contaba de él que una vez, en Vietnam, insistió para que un vietcong condenado a juerte, vestido con ropas negras, lo fusilaran sobre una pared de color claro, a fin de que la imagen no empastara al filmarlo. Si se lo van a cargar de todas formas, decía, más vale que sirva de algo. Le preguntaron al vietcong y dijo que le daba igual, que pasaba mucho. Así que lo cambiaron de pared».
«Nos pasamos la vida creyendo que nuestros esfuerzos, nuestro trabajo, lo que conseguimos a cambio de todo eso, son definitivos, estables. Creemos que van a durar, que nosotros vamos a durar. Y un día el cielo nos cae sobre la cabeza. Nada es tan frágil como lo que atienes, se dijo. Y lo más frágil que tienes es la vida».
«Tengo que cambiar las pilas del Sony, recordó. Y lavar las dos camisas que tengo en el hotel. Miró a Márquez, preguntándose en qué pensaba él cuando se disponía a cruzar una zona batida. Qizá veía la cara de sus hijas, o lamentaba los polvos que no había echado en su vida, Quizá pensaba en los cincuenta mil duros que cobraba al mes, o quizá no pensaba en nada».
Y decía cosas tales como estas:
«Los derechos individuales no están sujetos al voto público; una mayoría no tiene derecho a votar la derogación de los derechos de una minoría».
«Cuando el bien común de una
sociedad es considerado como algo aparte y superior, quiere decir que el bien
de algunos hombres tiene prioridad sobre el bien de otros hombres, aquellos consignados
en el estatus de animales sacrificados».
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El recibo de la matrícula. |
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La letra es mía, qué horror. |
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Leído por ahí:
«Las cosas podían haber
acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así».
«Él creía saber cuanto
puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y
sabía aplicar las cuatro reglas, bien mirado, pocas cosas cabían en un cerebro
normalmente desarrollado».
«Los domingos y días
festivos, Paco, el herrero, se emborrachaba en casa del Chano hasta la
incoherencia… era la de olvidarse de los últimos seis días de trabajo y de la
inminencia de otros seis en los que tampoco descansaría».
«Bien decía Andrés, el
zapatero: cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en
la lengua».
«Aquel valle significaba
mucho para Daniel, el Mochuelo. Bien mirado, significaba todo para él. En el
valle había nacido y, en once años, jamás franqueó la cadena de altas montañas
que circuían. Ni experimentó la necesidad de hacerlo siquiera».
«Muchas tardes, ante la
inmovilidad y el silencio de la naturaleza, perdían el sentido del tiempo y la
noche se les echaba encima».
«El ahorro, cuando se
hace a costa de una necesidad insatisfecha, ocasiona en los hombres acritud y
encono».
«Era la suya una
resignación estoica cuyos límites no resultaban nunca previsibles».
«…pescaban cangrejos a
mano, levantando con cuidado las piedras y apresando fuertemente a los
animalitos por la parte más ancha del caparazón, mientras estos se retorcían y
abrían y cerraban patosamente sus pinzas en un postrer intento de evasión
tesonero e inútil».
«Mi madre se murió de lo
mucho que le dolía cuando nací yo. No se puso enferma ni nada; se murió de
dolor. Hay veces que, por lo visto, el dolor no se puede resistir y se muere
uno. Aunque no estés enfermo, ni nada, solo es el dolor».
«El regreso, como antes la fuga, constituyó un acontecimiento en todo el valle, aunque, también, como todos los acontecimientos, pasó y se olvidó y fue sustituído por otro acontecimiento que, a su vez, le ocurrió otro tanto y también se olvidó».
«También las apodaban las Cacas, porque se llamaban Catalina, Carmen, Camila, Caridad y Casilda, y el padre había sido tartamudo».
«Los ricos siempre se encariñan por el lugar donde antes han sido pobres».
«Cuando la aviación sobrevolaba el valle, el pueblo entero corría a refugiarse en el bosque; las madres agarradas a sus hijos y los padres apaleando al ganado remiso hasta abrirles las carnes».
«Su natural tendencia le inclinaba a las hembras rollizas, de formas calientes, caídas por su propio peso, y exuberantes. Concretamente, hacia mujeres como la Josefa, duras, densas y apelmazadas».
«Esto es un castigo de Dios por haber comido el cocido antes de las doce».
«...de esto no tenía la culpa nadie, esa es la verda. Pero Daniel, el Mochuelo, intuía que los niños tienen ineluctablemente la culpa de todas aquellas cosas de las que no tiene la cula nadie».
«Además, al castigar a los alumnos parecía procurarle un indefinible goce o, por lo menos, la comisura derecha de su boca se distendía, en esos casos, hasta casi morder la negra patilla de bandolero».
«Los hombres que van buscando la mujer se casan en primavera, los que van buscando la fregona se casan en invierno. No falla nunca».
«Como otras muchas mujeres, la Guindilla mayor despreció el amor mientras ningún hombre le propuso amar y ser amada».
«...y Daniel, el Mochuelo, comprendía que dos cas no deben separarse nunca cuando han logrado hacerse la una al modo y medida de la otra».
«Al marcharte no debes llorar. Un hombre no debe llorar aunque se le muera su padre entre horribles dolores».
«Y se retiró de la ventana violentamente, porque sabía que iba a llorar y... cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado, Y lloró, al fin».
De El camino, de Miguel Delibes.