domingo, 15 de diciembre de 2024

Hijo, ni la purga Benito

Pues iba mi señora madre en cualquier momento y me encargaba un quehacer, tipo recado en la calle, acércate a casa de…, o trabajillo fácil a lo échame una mano con esto o aquello, sube al doblao y mira a ver si lo encuentras, debe estar en…, me lo bajas, ordena la salita chica ya de una vez, o yo qué sé.
Y resulta que, en ocasiones, por ser fácil la encomienda o porque un servidor tenía prisa en hacerla para continuar con mis cosas, las que fueran, la orden era ejecutada rápidamente, en un visto y no visto, y por lo general de manera acertada. Ni que decir tiene que la expresión de sorpresa y admiración en la cara de mi madre, por la rapidez y eficacia con que se cumplió la tarea, era más que evidente. Venía precedida con un gesto de incredulidad, apertura significativa de los ojos, y seguida de la frase que hoy traigo:

«Hijo, ni la purga Benito»

Que como tantas y tantas expresiones que le oí, ni me paraba a analizar y, ni mucho menos, a cuestionar que el origen y la autoría no estuvieran en ella. Actitud que he mantenido a lo largo de mi vida y que, desde hace poco, para bien o para mal, he comenzado a reconocer que toda esa culturilla refranera venía de más allá de la propia de mi progenitora. Bueno, seguramente yo lo sabía, pero no quería privarme de concederle un honor que, con todo honor, se merecía.
Retomemos el camino, estábamos con Benito y la purga, «ni la purga de Benito», que dicen fue un tipo que, aquejado de un mal de vientre, acudió a la botica a adquirir el purgante que le había prescrito el médico. Y sigue el cuento contándonos que, cuando apenas si el boticario le había entregado la pócima, y sin ni siquiera haber rozado con sus dedos el botecito, el tal Benito sintió tales retortijones que, ante la visión inmediata de una evacuación en público, corrió como antílope perseguido hacia su casa, dejando el específico recetado sobre el mostrador de la botica. La historia no dice si el fármaco fue pagado o no, pero a tenor por la prisa, hemos de pensar que no.
Poco comentario tiene, tras lo dicho, el decía mi madre de hoy, pero si a alguien no le ha quedado claro, resumo:
— La frase queda referida a algo que produce efectos inmediatos. Si los efectos son previos, ya ni os cuento.
— Sirve también como expresión de admiración por el remedio utilizado.
— Y cómo no, como reproche a quienes les mata su impaciencia porque esperan una solución rápida, demandando efectos inmediatos.

Dejo enlace a otra entrada de este blog —Benito y la purga— en la que trascribo un artículo de Leopoldo Abadía en el que encuentra relación entre el aforismo de hoy y la política, también de hoy.