Leído por ahí:
Lo que algunos escriben y no siempre me gustaría haberlo escrito yo.
«Yo nunca preguntaba, ella era uno de esos tabúes que se imponen en las cuadrillas y, a fuerza de no nombrarla nunca, me había hecho a la idea de que no había caminado por las calles de Vitoria durante los últimos veinticuatro años,
Alguna vez la había visto, pero siempre la había ignorado.
Esa era la promesa que le hice y la había cumplido».
«Me sorprendió un poco su físico. Beatriz Korres era como una antigua diva de los años 40, ese tipo de mujeres de maquillaje pulido y perfecto, raya del ojo apuntando hacia las estrellas, barbilla gloriosamente rematada en un atractivo hoyuelo. Tacones de aguja, falda de tubo. Pelo de color canela, levantado por la laca y los rulos. Un poco entrada en carnes, orgullosa de ello».
«Alba, por su parte, se pasaba por mi portal sin horarios ni avisos, nos dejábamos ver por el centro y acabábamos jadeando bajo las sábanas.
En resumen, la vida a veces podía ser un buen lugar en el que quedarse».
«La madrugada despertó amenazando tormenta. El calor insano de los días pasados se cobraba su precio y el aire estaba cargado de electricidad. Una chispa habría hecho que todo saltase los aires».
«—Tal vez tenga algo que ver con sus muertes sin ser el asesino. Hay hombres con defectos o con pecados que provocan la desgracia de los que tienen alrededor, sin ser ellos los que disparan la escopeta, no sé si me explico».
De Los ritos del agua, de Eva García Sáenz de Urturri
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