Leído por ahí:
Lo que algunos escriben y me gustaría haberlo escrito yo.
Dicen que es la mejor novela de suspense que se ha escrito. Posiblemente sea verdad.
Lo que sí es cierto, que es la que más me ha gustado de todas las que he leído.
«¿Se habría suicidado? Si lo había hecho, lo más seguro es que hubiese dejado alguna nota sobre el paso que iba a dar. Sé por experiencia que las mujeres que deciden suicidarse desean, por regla general, revelar el estado de ánimo que las lleva a cometer ese acto final».
«Pero, ¿cree usted posible, Monsieur, que un hombre trabaje y sude para lograr cierta clase de bienestar y una vida según sus ambiciones para descubrir que, después de todo, echa de menos los días de trabajo ingrato y la antigua tarea que creyó que le hacía tan feliz dejar».
«—Todo el mundo tiene algo que esconder —dije, sonriendo.
—Eso mismo.
—¿Sigue creyéndolo?
—Más que nunca, amigo mío. Pero no es nada fácil ocultarle cosas a Hércules Poirot. Tiene la especialidad de descubrirlas».
«Dicen que los que escuchan a los demás no oyen nada bueno de ellos».
«A veces las secuelas tardan en manifestarse. Las personas no son responsables de sus actos, pierden el dominio sobre ellas mismas y no permiten que nadie les ayude».
«Después de todo, muchos crímenes se han cometido por menos de quinientas libras. Todo depende de la cantidad de dinero que hace falta para corromper a un hombre. Es una cuestión de relatividad. ¿No es cierto?».
«—No sé mucho sobre crímenes —señaló miss Gannett con el tono de quien no ignora nada—, pero puedo decirle una cosa. La primera pregunta que hacen siempre es: ¿quién ha sido el último en ver al muerto? Y se sospecha de persona en cuestión…».
«…Es posible presionar a un hombre tanto como se quiera, pero con una mujer no hay que rebasar ciertos límites, pues una mujer tiene en el fondo de su corazón un gran deseo de decir la verdad».
«¡Cuántos esposos han engañado a sus esposas y bajan tranquilamente a la tumba, llevando su secreto consigo! ¡Cuántas esposas que han engañado a sus esposos arruinan sus vidas confesándolo todo! En un momento de atrevimiento, que les pesa haber tenido después, desprecian toda cautela y proclaman la verdad con gran satisfacción momentánea».
«Poirot me recibió con mucha cordialidad. Había una botella de whisky irlandés —que detestoؙ en una mesita, junto con un sifón y un vaso. Él bebía chocolate caliente. Más tarde descubrí que se trataba de su bebida favorita».
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