domingo, 12 de enero de 2025

Lo caliente está a gusto de todo el mundo.

Traigo hoy una frase que no es un refrán ni una expresión de uso común, y que siempre que la he oído ha sido en boca de mi madre y en el mismo contexto. He intentado encontrar otros en los que encuadrarla con un uso que tuviera lógica y no me ha sido posible, me parece que son inexistentes. Por lo que podría decir que ésta sí que es un auténtico “decía mi madre”.
El contexto en que siempre se la escuché fue con un servidor de protagonista, cómo no: Plato de comida en la mesa, sopa, por ejemplo, o la leche en el desayuno, todo ello muy caliente, seguido de mi inmediata queja por no poder tomármelo al instante. A lo cual ella me hacía poco caso y se limitaba a contestar un «pues te esperas, que

lo caliente está a gusto de todo el mundo»

Y entonces iba yo y me esperaba, y trataba de ganar tiempo soplando —pfff, ¡buaj!— o moviendo con la cuchara el elemento que fuera para que se aireara.

Cuando me hice mayor y comencé a consumir regularmente, sobre todo café, en establecimientos públicos, observé que algunos clientes, al poco de que el camarero les sirviera su bebida, pedían un vaso vacío para enfriar, y dedicaban unos instantes a trasvasar el líquido de un vaso a otro para que aquel se aireara y así adquiriera una menor temperatura. Otros optaban por pedir también otro vaso, pero esta vez con agua fría, la cual bebían y a continuación procedían con el ritual del trasvase, ahora con un vaso que ya estaba frío por el agua que había contenido, con lo que el proceso de enfriamiento se aceleraba. Pero casi nadie esperaba tranquilamente a que el café se enfriara de manera natural.
Cada vez que veía todo aquello recordaba la frase de mi madre, sobre la que hace tiempo deduje su significado y le adjudiqué su justo valor, que no es otro que el uso de un corto e insignificante espacio de tiempo, o de espera, para atemperar la comida. Apenas unos gramos de paciencia.
Sin embargo, no creo que mi madre la utilizara, la frase, como lección para inculcarme virtud tan elevada como la paciencia. No, no creo. Lo suyo era mucho más práctico: si te gusta caliente y puedes soportar la temperatura alta, pues te lo tomas; y si lo quieres algo más frío pues esperas un par de minutos y ya está.
Conclusión: a todo el mundo se le puede servir la comida caliente o muy caliente. Pero jamás deberá suceder al contrario, pues en este caso el cliente optará por quejarse, «oiga, el café está frío», pondrá mala cara y el camarero, de mejor o peor gana, se llevará la bebida y la tendrá que recalentar.