domingo, 19 de mayo de 2024

«El ‘no’ se lleva siempre consigo»

Es seguro que en alguna o más ocasiones en tu vida, ante un hecho nuevo, desconocido, tal vez transcendental para tu futuro, aunque éste sólo fuera inmediato, da lo mismo cuando sucedió, durante tu período escolar, tu etapa formativa, o en la laboral, en un asunto doméstico, una desavenencia familiar, de amistad, en tus relaciones sociales, un posible cambio de sentido en el camino que seguías, esa niña a la que miras cada tarde al salir del instituto y sientes cómo ella se deja mirar, y se lo quieres decir, da lo mismo. Pueden ser tantas las circunstancias en las que, al plantearte abordar el hecho, coger al toro por los cuernos, plantarle cara y torearlo, es posible, mejor digo que es seguro, que te asaltaran dudas, algún miedo, o muchos, temor a fracasar, a ser rechazado, ¿a que sí?
Porque lo habías analizado con detenimiento, mirando a un lado y a otro, los pros y los contras, habías medido tus fuerzas, evaluado tu conocimiento, sabías hasta donde podías acercarte, y que más allá de ese punto no había nada que hacer, todo dependía de la otra parte, quien al final tendría la última palabra.
Y lo peor es que hasta que llegara el momento en el que se despejasen las incertidumbres, si es que llegaba, podía venirte la idea de abandonar, de retirarte precisamente por el miedo a la negación, al desencanto.
Era entonces, en esos momentos previos, días quizá, cuando mi madre, ya alertada por mí o por ella misma que para eso era quien era y lo había barruntado, era entonces cuando me decía:
«El ‘no’ se lleva siempre consigo»


Y me lo repetía hasta convencerme de que la derrota, aunque posible y en muchos casos evidente, podía no ser la única opción. Que podía suceder algo distinto, inesperado, algo que, en un instante, un minuto de inspiración por mi parte, permitiría convencer al contrario; o también que su disposición no era la que yo, durante tanto tiempo previo, había estado suponiendo y temiendo.
Así que uno, o sea yo, ya más tranquilo porque sabías que el no como solución era esperable pero no estaba del todo asegurado, ibas y te enfrentabas al asunto sabiendo que, si la respuesta era sí, habrías ganado, sin lugar a dudas. Pero si por el contrario fuera no, entonces no habrías perdido, porque las dos opciones del dilema eran totalmente válidas y aceptables, y la responsabilidad en la resolución del negocio no era totalmente tuya.